NOVEDADES
25.04.2006
¿Son los
trabajadores argentinos los más sanos del mundo?
En
la Argentina se denunciaron 8.055 enfermedades profesionales
durante el año 2004, lo que representa sólo
1,6% del total de casos notificados, que asciende a 494.847
accidentes de trabajo y enfermedades profesionales sobre una
población cubierta por el Sistema de Riesgos del Trabajo
de 5,3 millones de trabajadores. Estos datos fueron aportados
a la Superintendencia de Riesgos del Trabajo por las distintas
Aseguradoras (ART) y empleadores autoasegurados. Pero en contraste
con lo que ocurre en países más desarrollados:
¿estos resultados ponen al descubierto que las enfermedades
profesionales en la Argentina no se diagnostican ni se tratan
como tales? ¿Están ausentes o son ignoradas?
Para
el superintendente de Riesgos del Trabajo, Héctor Verón,
“hoy no podemos decir que tenemos los trabajadores más
sanos del mundo. Sí que existe un subregistro de enfermedades
provocado por la falta de reconocimiento de la enfermedad
como producto de malas condiciones de trabajo, o sea que el
problema es un deficiente diagnóstico y detección
tanto por parte de las ART como de los médicos que
reciben al trabajador enfermo. Esto provoca que sean tratadas
como enfermedades inculpables y su contención escape
del Sistema de Riesgos del Trabajo, recayendo en los sistemas
de salud tanto públicos como privados”.
En la
Argentina, las enfermedades profesionales son las que están
reconocidas por la ley y listadas en los Decretos Nº
658/96 y Nº 1167/03, en los cuales se especifican los
agentes de riesgo, las enfermedades que provocan y las actividades
que pueden generarlas.
Las normas
citadas estipulan más de 100 agentes causantes de enfermedades
profesionales, como por ejemplo las posiciones forzadas y
gestos repetitivos en el trabajo, sobrecarga del uso de la
voz, vibraciones de cuerpo, ruido, calor, virus de la inmunodeficiencia
humana (VIH), fluor, alcoholes, cetonas, asbesto, plomo, sílice,
radiaciones ultravioletas, algodón y otras fibras vegetales,
sustancias sensibilizantes de las vías respiratorias,
entre otros, que están identificados en más
de 350 actividades laborales que pueden generar exposición.
De estos
agentes se desprenden casi 400 enfermedades diferentes, que
van desde varios tipos de cánceres, candidiasis, herpes,
hepatitis, anemia, alteraciones hepáticas, síndromes
febriles, insuficiencia renal, quistes, neumonía, diarreas,
meningitis, tuberculosis, brucelosis, trastornos auditivos,
dermatitis, intoxicaciones, conjuntivitis, asma, caries, fibrosis,
pulmonía, trastornos reproductivos, disfonía,
tendinitis, epicondilitis, hipoacusia, bronquitis, etc.
Sin embargo en la Argentina, si se distribuyen las enfermedades
según diagnóstico (Clasificación Internacional
de Enfermedades por Grandes Grupos), se observa que las enfermedades
vinculadas a patologías del oído ocupan el primer
lugar, concentrando el 54,8% de los casos notificados en el
año 2004. Estas patologías, las hipoacusias,
se encuentran contempladas dentro del “Fondo Fiduciario
de Enfermedades Profesionales” (Decreto Nº 590/97
y Resolución SSN Nº 29323), cuya finalidad es
dar cobertura económica a este tipo de dolencias laborales.
Seguidamente,
y en orden decreciente, se ubican las enfermedades del Sistema
Respiratorio (20,6%), enfermedades del Sistema Osteomuscular
y del tejido conjuntivo (8,4%) y, en tercer lugar, los traumatismos,
envenenamientos y otras consecuencias derivadas de causas
externas (5,8%).
A su vez,
las estadísticas internacionales muestran que las enfermedades
profesionales en países o regiones cuyos sistemas productivos
son parecidos al de la Argentina, presentan una mayor participación
dentro del número total de lesiones laborales informadas.
En nuestro medio no se han observado cambios sustanciales
en la incidencia de las enfermedades profesionales desde 1999.
“Evidentemente,
pensar que sólo el ruido es un factor de riesgo determinante
de una enfermedad laboral, es mirar a un costado, o directamente
convertir en invisibles a los lugares de trabajo donde existen
metales, solventes, plaguicidas, polvos, especialmente el
sílice, amianto, cancerígenos, entre otros.
Y esto es responsabilidad del estado que debe controlar, los
empresarios que deben proteger la salud de sus trabajadores
y de las ART que tienen que evaluar los riesgos, asesorar
al empleador y realizar los exámenes periódicos
en salud”, resalta Verón.
Por otra parte, existen otras enfermedades no incluidas en
el listado argentino, que la Organización Mundial de
la Salud denomina enfermedades relacionadas con el trabajo,
como por ejemplo aquellas vinculadas al estrés y a
la fatiga (como agente iniciador del estrés). Sin embargo,
aclara Verón “el Sistema de Riesgos del Trabajo
prevé que si existe una sospecha de que alguna enfermedad
no listada es producida por el trabajo, se denuncie ante la
ART, y en definitiva las Comisiones Médicas evaluarán
si se reconoce como enfermedad profesional para ese caso particular”.
A propósito,
la SRT trabaja en el reconocimiento comunitario del carácter
profesional de una enfermedad a través de varias acciones
diferenciadas. Una de ellas consiste en fortalecer la gestión,
a través de la implementación del “Registro
de Enfermedades Profesionales” (Resolución SRT
Nº 840/05), que recaba información acerca del
empleador y el establecimiento de trabajo; datos socio demográficos
del trabajador enfermo; diagnóstico de la enfermedad
de acuerdo a codificaciones internacionales; puesto de trabajo;
agentes causantes y agentes materiales asociados.
También,
desde la Superintendencia, se continúa con los programas
de capacitación, “porque entendemos que los trabajadores
deben cuidar su propia salud y denunciar toda enfermedad profesional
ante su empleador o su ART, para que entre todos empecemos
a darle visibilidad a esta problemática. Y desde la
Superintendencia seguiremos verificando el cumplimiento de
la obligación de las ART de realizar los exámenes
periódicos en salud, a los cuales son bastante reticentes”,
enfatizó Verón.
Por otro
lado, el superintendente manifestó que “abogamos
por una mejor capacitación de los profesionales de
la salud, y creemos que hay que modificar los contenidos curriculares
de pre y postgrado de las facultades de medicina, sean públicas
o privadas, incluyendo la temática del impacto del
trabajo sobre la salud de la población. Para poner
un ejemplo claro: creo que no puede ser que cuando llega un
paciente al consultorio médico no se le pregunte en
qué trabaja y con qué trabaja, hecho fundamental
para anotar en la historia clínica y comenzar a detectar
las enfermedades. Al respecto, existe un axioma en la clínica
médica que sostiene que “no se diagnostica lo
que no se sospecha”.
De modo
que “el reconocimiento de las enfermedades profesionales
se convierte en un indicador de condiciones de trabajo nocivas
que deben ser modificadas para evitarlas, es decir que, además
de generar derechos a compensación al trabajador enfermo,
es una herramienta más de la prevención. Convengamos
que la enfermedad laboral sufrida por un trabajador en su
medio ambiente de trabajo, en general, funciona a manera de
evento centinela, y es muy probable que sus compañeros
también estén expuestos a la misma situación
de peligro”, concluye Verón.
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Fuente:
SRT
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